Medidas de intervención
Programas en resolución de conflictos.
Ante el conflicto… Una apuesta por la educación
La educación debería ser nuestra primera arma de intervención a la hora de resolver conflictos. Posiblemente por sí sola no acabará con las guerras y conflictos violentos del mundo, pero es una vía al alcance que, bien usada, puede generar paz. ¿Cómo podemos llegar a contagiar la paz? Atreverse a educar es tener el atrevimiento de vivir con el conflicto, afrontándolo, desde una propuesta no necesariamente competitiva (ganar-perder) sino cooperativa (ganar-ganar).
El alumnado necesita entender los conflictos, aprender formas alternativas para resolverlos y buscar soluciones que sean satisfactorias para todos. Las frecuentes soluciones que se llega con un ganador y un perdedor –con todos los daños psicológicos y políticos que ello comporta- podrían solucionarse favoreciendo que las dos partes sean ganadoras. Ahí radica la clave para deshacer el intricado complejo de razones que llevan a provocar los conflictos: partir de la base que su resolución y/o gestión no supone un ganador y un perdedor, los dualismos sólo llevan a ser fuente de nuevos conflictos futuros y fundamentalismos de todo tipo. Partir de la base de que una buena prevención se inscribe en una buena gestión de los conflictos presentes.
Educación a través de la escuela.
La educación en conflictos o educación para la convivencia es necesaria y conveniente en todos los niveles de la educación preuniversitaria, sin embargo, en la experiencia diaria vemos, si somos sinceros, que fracasan a la hora de producir cambios en la modificación de actitudes y comportamientos.
Para que la enseñanza sea efectiva y tenga un efecto duradero, los materiales y contenidos deben tener cierta conexión relevante con las experiencias e intereses de los alumnos. En los programas de resolución de conflictos, se tiene en cuenta dicho principio a la hora de diseñar actividades encaminadas a desarrollar las habilidades pertinentes en niños, niñas y jóvenes, sin embargo, no se entiende por qué en muchas ocasiones no se tiene éxito a pesar de del conocimiento que se tiene en pedagogía correcta.
Se identifican cinco áreas de intervención y aplicación de programas de resolución de conflictos en la escuela:
1. El sistema disciplinario.
2. El currículo.
3. La pedagogía.
4. La cultura escolar.
5. El hogar y la comunidad.
No obstante, estas medidas son necesarias ya que los profesores más experimentados afirman que cada vez son más violentos los jóvenes y que la causa no sólo reside en su educación sino que son fruto de una sociedad enferma. Por tanto, deberíamos proponer planteamientos que se dirijan a solucionar dichas causas (cultura de paz, enfoque global, etc.)
Pero, ¿se necesita realmente un programa de resolución de conflictos en la escuela? Dado que los conflictos son inevitables y que el enfoque de transformación de conflictos es consistente y coherente con la misión básica de la escuela de ayudar a desarrollar ciudadanos sanos, responsables y efectivos, la respuesta sería sí.
2. El currículo.
3. La pedagogía.
4. La cultura escolar.
5. El hogar y la comunidad.
No obstante, estas medidas son necesarias ya que los profesores más experimentados afirman que cada vez son más violentos los jóvenes y que la causa no sólo reside en su educación sino que son fruto de una sociedad enferma. Por tanto, deberíamos proponer planteamientos que se dirijan a solucionar dichas causas (cultura de paz, enfoque global, etc.)
Pero, ¿se necesita realmente un programa de resolución de conflictos en la escuela? Dado que los conflictos son inevitables y que el enfoque de transformación de conflictos es consistente y coherente con la misión básica de la escuela de ayudar a desarrollar ciudadanos sanos, responsables y efectivos, la respuesta sería sí.
La escuela debe determinar por dónde empezar, en función de sus posibilidades, pero, en cualquier caso, es importante ofrecer a los estudiantes oportunidades para desarrollar sus potencialidades constructivas y pacíficas.
Una vez producida la concienciación, los alumnos ya dispondrán de las habilidades de solución constructiva de problemas, pero el problema es que los profesores no disponen de tiempo suficiente para el entrenamiento de estas habilidades. Será necesario de 3 a 5 años para que pueda serlo.
Limitación en la aplicación de los programas:
1. Falta de formación del profesorado
2. Falta de consistencia en la programación de RC
3. Los estudiantes reciben mensajes mixtos (Profesores no practican lo que predican).
Los profesores actuales deberán servir de modelos a sus alumnos, y en este desafío que tendrán que cumplir harán falta cinco áreas a las que tendrán que enfrentarse continuamente:
1. El profesorado como facilitador: El profesorado guía al alumno durante el camino hacia sus propias conclusiones en lugar de darle las respuestas de antemano.
2. Compartir el poder: Establecer unas normas claras para poder dar libertad a los alumnos siempre y cuando no falte el respeto (democratización).
3. Transformación personal: Deberemos enfrentarnos primero a nuestros propios prejuicios para poder ayudarles a ellos a superar los suyos.
4. El problema de tiempo de instrucción: Muchas veces los profesores creen que la materia es suficientemente extensa como para quitarle tiempo en enseñar resolución de conflictos.
5. Resistencia al cambio: Cuesta mucho cambiar de hábitos, ya sea pos falta de tacto con los jóvenes, falta de atención a los problemas sociales, falta de disposición alegando que no se conseguirá nada…
Efectividad de los programas.
En un estudio realizado en el 2000 por Jones y Kimitia se obtuvieron resultados muy positivos sobre el impacto de los RCE en la sociedad (padres, niños y educadores).
En dicho estudio se extraen las conclusiones de que el modelo más práctico de resolución de conflictos es aquel que requiere parte de todos en el sistema escolar, más tiempo y compromiso de los que la mayoría de educadores creen actualmente factible.
El aprendizaje de la resolución de conflictos
Los conflictos pueden ser de muy variado tipo y aparecen diferentes intereses y circunstancias, aunque todos ellos vayan acompañados de emociones. Hay tipos de conflictos que se presentan en unas edades u otras, aunque tengan resonancias internas bastante similares. El tratamiento que les demos dependerá de la edad del alumnado. En la adolescencia, por ejemplo, aparecen nuevas problemáticas que no s habían presentado hasta entonces y que es necesario tener en cuenta.
Hay que decir que no existen fórmulas mágicas para resolver conflictos en el aula, de manera inmediata, pero sí existe la posibilidad de llevar a cabo un proceso educativo que permita aprender a resolveros de manera no violenta.
La resolución de conflictos debe iniciarse en momentos no conflictivos, que permitan analizar la situación de manera sosegada. Para que un conflicto sea resuelto de manera satisfactoria, requiere que sea analizado, de la misma manera que también lo requiere cualquier otra clase de problemas.
En el análisis de los conflictos reales, que se dan dentro del colectivo de una clase, es imprescindible crear un clima de confianza en el cual las personas en conflicto no deben sentirse juzgadas negativamente, sino ayudadas a entender a los demás, a entenderse a sí mismas y a buscar soluciones.
El papel del profesorado será de conductor del proceso de aprendizaje. Su misión será velar por que establezcan claramente los términos del problema. Esto importante si no perdemos de vista lo fundamental que se persigue no es resolver el problema concreto si no aprender la forma de hacerlo. También es misión del profesorado hacer ver que un mismo problema puede tener más de una solución e incitar al alumnado a contemplar las máximas posibles. Un conflicto no debe darse por solucionado si no se ha establecido un sistema de control que haga que las decisiones acordadas se cumplan.
Los trabajos de investigación sobre resolución de conflictos y aprendizaje emocional demuestran que cognición y emoción se implican mutuamente. En nuestro cerebro -y no en nuestro corazón- se tejen las redes que las relacionan íntimamente. Para trabajar en el aprendizaje de las emociones y de sus consecuencias, es preciso recurrir tanto a estrategias de tipo cognitivo como emocional. Lo mismo ocurre si queremos desarrollar el conocimiento.
Educar para la gestión alternativa de conflictos como vía de profundización de la democracia.
Educar para la democracia en el ámbito escolar es un tema que actualmente podemos decir que está en crisis. Para la superación de esta crisis la escuela tendrá que recuperar al individuo y recuperar al vínculo entre individuo y sociedad. Educar para la democracia es, de forma breve, l lugar donde empiezan a ejercitarse los futuros ciudadanos y ciudadanas en la implicación en los asuntos de su sociedad.
Educar para la gestión alternativa de conflictos es una necesidad actual del sistema educativo.
Cada vez estamos más acostumbrados a enterarnos de casos de violencia en centros educativos, y hay una alarma social debido a esta causa. Pero para buscar una solución se hacen planteamientos de cómo combatir estos casos de violencia. No se trata de combatirlos, todo el contrario, la solución es una transformación de la escuela en un marco de convivencia democrática de aprendizaje en donde los profesores deberán ser formados para la gestión alternativa de conflictos.
Análisis y diagnóstico de los conflictos escolares.
Educar para la paz y la convivencia supone educar para detectar la violencia en las acciones de los demás y en nosotros mismos. Siguiendo a Galtung (1998), podemos diagnosticar los conflictos analizando la presencia o ausencia de estos tres tipos de violencia:
1. Violencia directa. Agresión física o verbal visible. Daño físico o psicológico
2. Violencia estructural. Es el tipo de violencia que ejercen las estructuras en un sistema conflictual. Fomenta y permite la violencia directa.
3. Violencia cultural. Valores, creencias, ideologías y enseñanzas que promueven y justifican la violencia estructural y la violencia directa.
Estrategias para tratar los conflictos escolares.
- Programas de mediación en centros escolares: Sirven para tratar todo tipo de daños físicos o psicológicos causados por cualquier persona que pertenece al sistema educativo. Para que funcionen con éxito deben ser apoyados por los organismos competentes ya que requieren de un respaldo por parte del colectivo.
- Propuesta para la resolución de la violencia estructural. Para poder combatir la violencia debemos contemplar el que la violencia estructural debe ser eliminada para eliminar los casos de violencia directa. Para conseguir esto será conveniente una democratización y formación del profesorado de forma adecuada, tal y como plantea el autor.
- Propuesta para propiciar la reconciliación. En una sociedad en la que el sistema estructural permite una violencia directa, es lógico que esto se trasmita al ámbito escolar, en donde los alumnos no hacen ni más ni menos que imitar lo que ven en sociedad. Es clave por tanto cambiar los patrones sociales y hacer comprender a los alumnos, ya sean agresores como agredidos que dicha circunstancia ha sido producto de un problema social y que no son ellos los culpables.
Conclusiones sobre cómo prevenir la violencia desde las relaciones que se establecen en la escuela
Conclusiones sobre cómo prevenir la violencia desde las relaciones que se establecen en la escuela
A partir de lo analizado en este artículo se desprende que, para prevenir la violencia desde las relaciones que se establecen en la escuela, es preciso:
Adaptar la educación a los actuales cambios sociales, desarrollando la colaboración a múltiples niveles, de forma que sea posible afrontar los complejos retos sociales que la educación vive hoy. Para conseguirlo, hay que redefinir los papeles a partir de los cuales se estructura la interacción educativa, dando al alumnado un papel más activo en su propia educación, permitiendo que el profesorado incremente su autoridad, y poniendo en marcha nuevos esquemas de colaboración entre la escuela y la familia, así como con el resto de la sociedad. Estos objetivos exigen promover nuevos contextos que ayuden a la búsqueda conjunta de soluciones para una meta compartida, como es la de mejorar la educación, basados en el respeto mutuo entre los distintos agentes educativos, porque si la escuela no está hoy aislada de los problemas que se producen fuera de ella, tampoco debería estarlo para las soluciones.
Mejorar la calidad del vínculo educativo y desarrollar el empowerment. Los estudios sobre el origen de la violencia llevan a destacar la falta de calidad del vínculo educativo como una de sus principales causas. Para prevenirla desde la escuela, es imprescindible que el profesorado desarrolle su poder de referencia, así como distribuir el protagonismo académico entre el alumnado, incrementando con ello lo que suele denominarse en distintos foros internacionales como empowerment. La escuela debe promoverlo, favoreciendo que cada alumno/a defina y desarrolle sus propios proyectos escolares. Los procedimientos educativos participativos, como el aprendizaje cooperativo en grupos heterogéneos, son de gran eficacia para conseguirlo. El fortalecimiento de las personas encargadas de la educación, sobre todo del profesorado, debe ser destacado también como una condición básica para mejorarla.
Desarrollar alternativas a la violencia en los contextos y en los individuos. La violencia puede ser utilizada para responder a funciones psicosociales cuando se carece de alternativas. Por eso, y para prevenirla, es preciso desarrollarlas estableciendo contextos y procedimientos alternativos en el sistema escolar (como las asambleas de aula que pueden llevarse a cabo en las tutorías) y en la familia, por medio de los cuales y de forma normalizada (sin que nadie se sienta amenazado en ellos) puedan expresarse las tensiones y las discrepancias y resolverse los conflictos sin recurrir a la violencia (a través de la comunicación, la negociación, la me-diación...), en donde las víctimas puedan encontrar la ayuda que necesitan sin ser estigmatizadas por ello; y promoviendo alternativas en todos los individuos (alumnado, profesorado...) mediante habilidades que permitan afrontar la tensión y resolver los conflictos sin recurrir a la violencia.
Romper la conspiración de silencio sobre la violencia escolar, e insertar su tratamiento en un contexto normalizado orientado a mejorar la convivencia. Entre las condiciones que contribuyen a la violencia escolar, destacan tres características de la escuela tradicional: la justificación o la permisividad de la violencia entre chicos, como forma de resolución de conflictos entre iguales; el tratamiento habitual que se da a la diversidad actuando como si no existiera; y la falta de respuesta del profesorado ante la violencia entre escolares, que deja a las víctimas sin ayuda, y que suele ser interpretada por los agresores como un apoyo implícito. Dicha falta de respuesta está relacionada con la forma tradicional de definir el papel del profesorado, especialmente en secundaria, orientado de manera casi exclusiva a impartir una determinada materia. Y, como sugieren los propios profesores, podría superarse si recibieran el apoyo y la formación adecuados para afrontar el tipo de problemas que conducen a la violencia desde una perspectiva de ciudadanía democrática. En este ámbito hay que situar el establecimiento de contextos normalizados orientados a mejorar la convivencia, en los que las víctimas puedan encontrar la ayuda que necesitan y los agresores recibir una adecuada disciplina, porque, de lo contrario, la impunidad de la violencia contribuye a su incremento.
Enseñar a condenar toda forma de violencia, favoreciendo una representación que ayude a combatirla. Conviene orientar el rechazo a la violencia desde una perspectiva que incluya tanto su repudio de forma general, con independencia de quién sea la víctima y quién el agresor, como un tratamiento específico de sus manifestaciones más frecuentes: la violencia de género y la violencia entre iguales, ya sea en la escuela, ya en el ocio. Las medidas disciplinarias deben contribuir a lograr ese objetivo, ayudando a generar cambios cognitivos, emocionales y conductuales, que permitan que el agresor se ponga en el lugar de la víctima, que se arrepienta de haber empleado la violencia, y que intente reparar el daño originado. La eficacia de estos tres componentes mejora cuando se integran en un mismo proceso.
Favorecer la identificación con el respeto a los derechos humanos, estimulando el desarrollo de la capacidad para ponerse en el lugar del otro, motor básico de todo el desarrollo socio-emocional, y que en sus niveles más evolucionados se extiende a todos los seres humanos, así como la comprensión de los derechos universales y la capacidad de usar esa comprensión en las propias decisiones morales, coordinando dichos derechos con el deber de respetarlos. Al incluir el rechazo a la violencia dentro de tal perspectiva conceptualizándola como una grave amenaza a los derechos humanos, se favorece su comprensión como un problema que afecta a cualquier individuo, puesto que pone en peligro el nivel de justicia necesario para que se respeten también sus derechos.
Incluir actividades específicamente dirigidas a prevenir la victimización dentro de los programas de prevención de la violencia, enseñando a decir no en situaciones que puedan implicar abuso; pedir ayuda cuando se necesite; y estar preparado emocionalmente para no sentirse culpable cuando se es víctima.
Prevenir la intolerancia y el sexismo. Determinadas actitudes y creencias existentes en nuestra sociedad hacia los papeles y las relaciones en cuyo contexto se produce la violencia ejercen una influencia decisiva en el riesgo de ejercerla, como son las creencias racistas, sexistas y xenófobas, la conceptualización de la violencia entre iguales como una expresión de valentía, o cualquier otra creencia que lleve a rechazar a las personas que se perciben diferentes, situación en la que todos/as podemos encontrarnos. De ahí se deriva la necesidad de enseñar a detectar y a corregir dichas actitudes, como un requisito necesario para prevenir la violencia en todas sus manifestaciones.
Educar en la ciudadanía democrática, mejorando la coherencia entre los valores que se pretenden enseñar y la práctica educativa. Uno de los principales obstáculos que debe superar hoy la educación es el que ha sido denominado currículum oculto. El incremento de los problemas de indisciplina descritos en los últimos años, sobre todo por el profesorado de secundaria, pone de manifiesto que el currículum oculto ha perdido eficacia como forma de control, y que para superar estas dificultades es necesario avanzar en la construcción de la democracia desde la escuela, una de las mejores herramientas para luchar contra la violencia y la exclusión. Por todo ello, es preciso incrementar la participación del alumnado en la construcción y en la aplicación de las normas que regulan la convivencia, y mejorar la eficacia educativa de la disciplina.
Poner a disposición del profesorado los medios que permitan adaptar la escuela a una situación nueva. Para llevar a la práctica los principios expuestos, es preciso desarrollar condiciones que permitan a los profesores llevarlas a cabo. En tal sentido, conviene tener en cuenta la necesidad de apoyarlos, facilitando que adquieran las habilidades necesarias para conseguirlo, y creando condiciones que posibiliten la cooperación entre ellos sin caer en la frecuente tendencia a sobrevalorar sus posibilidades para desarrollar objetivos muy complejos sin los medios necesarios, ni en la tendencia contraria, infravalorando la capacidad de unos profesionales para adquirir las habilidades necesarias que permitan adaptar la educación a las exigencias de la situación actual.
Referencias.
- Díaz Aguado, M. J. (2005) Violencia en la escuela I. Por qué se produce la violencia escolar y cómo prevenirla. Revista iberoamericana de educación, 37
- Vinyamata, E., Alzate, R. et al. (2003). Aprender del conflicto. Conflictología y educación. Barcelona: Editorial Graó.
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